... y a pesar de todo, hoy lo echo de menos.
Echo de menos a mis pacientes, grandes, pequeños, más graves, más sanos. Echo de menos las guardias de 24 horas a la espera de algún cólico. Echo de menos las duchas con vistas a la sierra. Echo de menos salir a las 5 de la mañana con el hacha cortante del frío de febrero en la cara. Echo de menos los partos, yo sola, sin ayuda, sobre la paja, casi sin esfuerzo, solas la vaca y yo. Echo de menos la radio con "La Flauta Mágica" de Mozart a todo trapo. Echo de menos la ordeñadora marca Cerezo que tenía más años que todos nosotros juntos, con su "chuf-chuf" acompasado. Echo de menos a los alumnos, los veteranos, los novatos, los curiosos, los estudiosos. Echo de menos mi botella de ginebra secreta escondida detrás de los archivadores. Echo de menos a los mozos y nuestra complicidad. Echo de menos estar cubierta de guarrería todo el día y que no me importara. Echo de menos las cirugías programadas y toda la ceremonia solemne a su alrededor. Echo de menos la satisfacción de sacar animales adelante.
Echo de menos a muchos. Pero también hay unos cuantos a los que no. No, no os echo nada de menos.
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