miércoles, 27 de junio de 2007

1 DE JULIO

Poco se imaginaban mis padres aquel 1 de julio de 1975 a lo que se enfrentaban cuando me vieron recién nacida. Imagino que por la cabeza de unos padres primerizos pasan todo tipo de preguntas, ilusiones, expectativas, sobre lo que va a ser su hija en la vida. Se han llevado no pocas sorpresas y no menos decepciones en mi camino en la vida hasta el día de hoy, a punto de cumplir los 32.

Primero, la sorpresa física. Para venir de padres bajitos, morenos, de pelo rizado y ojos oscuros, tener una hija alta, de pelo claro (ahora menos pero de pequeña era rubia), ojos azules y pelos tiesos como alambres, debe ser un poco mosqueante. Si no fuera porque tengo rasgos de mi madre (sobre todo) y alguno de mi padre, habrían pensado que me cambiaron en el nido.

Pero es en los usos y costumbres en lo que más chocan. No se explican que alguien pueda ser tan desordenado y tan despistado cuando ellos son obsesivamente ordenados y estructurados. Para tener unos padres tremendamente cerebrales y racionales, es chocante que yo sea tan hipersensible, tan creativa, tan con alma de artista (aunque mala en la técnica, lo reconozco). Tan sociable, con tantos amigos. Siempre fuera de casa, si supieran a qué cantidad de gente conozco les faltaría el aire.

Lo más divertido es mi amor profundo por los animales, mi disfrute de estar con ellos mientras a ellos les causa asco y horror.

Pues eso. Que desde pequeña siempre he notado las diferencias, tanto de lo que estaba presente como de lo que se presuponía de mi, y ahora pienso "cómo mola ser tan diferente".

Gracias, Maca

NEGRA SOMBRA

Este texto no es mío. Es un poema de Rosalía de Castro de 1880 al que Luz Casal le puso música y voz y que salió en la banda sonora de la peli "Mar Adentro". Quien haya visto esa peli con los mismos ojos que le puse yo (es decir, obviando el tema de la eutanasia y asombrándose del maravilloso y paradójico canto a la vida de Ramón Sanpedro), y quien me conozca y entienda la época que atravieso comprenderá la letra. Va en gallego con su traducción.

NEGRA SOMBRA (gallego)
Rosalía de Castro (de "Follas Novas", 1880)
Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales t
ornas facéndome mofa.
Cando maxino que es ida,
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.
Si cantan, es ti que cantas,
si choran, es ti que choras,
i es o marmurio do río
i es a noite i es a aurora.
En todo estás e ti es todo,
pra min y en min mesma moras,
nin me dexarás ti nunca,
sombra que sempre me asombras

NEGRA SOMBRA (castellano)
Rosalía de Castro (de "Follas Novas", 1880)
Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
a los pies de mis cabezales,
tornas haciéndome mofa.
Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que zumba.
Si cantan, eres tú que cantas,
si lloran, eres tú que lloras,
y eres el murmullo del río
y eres la noche y eres la aurora.
En todo estás y tú eres todo,
para mí y en mi misma moras,
ni me abandonarás nunca,
sombra que siempre me asombras.

viernes, 22 de junio de 2007

GALICIA

"Chove en Santigo"... empieza la canción con una suave voz masculina. Y de inmediato me transporto al chirimiri neblinoso que solía cubrir la plaza del Obradoiro en aquellos viajes míos a Galicia. A veces eran muy duros: una semana entera sin parar, de lunes a viernes recorriendo la campiña por carreteras secundarias llenas de curvas, noches y noches dando charlas sobre antibióticos a los veterinarios... Llegaba exhausta al avión los viernes por la tarde, sin embargo ¡me traía tanto en la maleta!. La generosa hospitalidad de los gallegos, su alegre melancolía, los largos tragos de orujo blanco alrededor de una mesa en una taberna centenaria, asomarse a los acantilados de la Costa da Morte y asombrarse ante los bramidos del mar...

Y Santiago. Y Lugo. Mis ciudades favoritas. Sus muros de piedra que cobijan tantas historias que dan ganas de sentarse delante y quedarse a escuchar. ¿Quién vivió ahí?. ¿Cómo se ganaba la vida?. ¿Quién se asomaba a esa balconada acristalada?. Resuenan mis pasos en las calles desiertas a altas horas de la madrugada y revivo tantos acontecimientos vividos en aquella tierra que casi, casi, la he hecho más mía que mi verdadera tierra.

Allí fue donde nos metimos en un quiosco de música en el centro de Lugo a eso de las tres de la madrugada a pegar brincos para acabar en un portal cantándole el Gaudeaus Igitur al Decano de la Facultad de Veterinaria y al Ilustrísimo Don Juan José Badiola que nos miraba con ojos desconcertados. Allí fue donde, en Santiago, rodé escaleras abajo de cabeza desde el alféizar de la ventana donde estaba sentada con vistas a la empedrada calle porque el teléfono de monedas en el que estaba apoyada, gin-tonic en ristre, se puso a sonar de golpe, mientras Nacho y Julio se partían de la risa.

Fue en Santiago, en mi plaza del Obradoiro. Una noche me desplomé presa de un posible ataque alérgico a un guiso de lamprea en su sangre, dándole al pobre Ángel un susto de muerte. Fue en el Obradoiro donde perdíamos a Andy Johnson y me tocaba a mi, la más joven del grupo, ir a buscarlo después de haberle ofrecido "Spanish water" (léase orujo) mientras Wladi me tentaba una y otra vez con un paquete de Marlboro. Fue en Santiago donde Carlos Risco descubrió la placa donde se conmemoraban los estudios de Medicina de su bisabuelo en la Facultad mientras Omi y yo esperábamos sentadas en la puerta con los pelos de punta contemplando su emoción.

Fue en el Obradoiro donde Nata y Ana bailaron con la tuna, donde nos encontramos con el cura rockero, donde en plena época del camino de Santiago de pronto la plaza quedó desierta. La gente quiso hacerme un regalo de cumpleaños, un cumpleaños muy especial porque los treinta no son fáciles de cumplir, quedándose fuera, dejándonos la plaza para nosotros solos. Allí leímos el conxuro con el sonido de la primera campanada de la madrugada, allí construimos un altar improvisado para terminar saltando sobre cuatro velas cual hoguera de San Juan.

Chove en Santiago, sempre chove en Santiago. Siempre lo evocaré lluvioso y tremendamente caluroso, dos extremos opuestos que hacen de esta ciudad uno de los lugares más encantadores que conozco. Hoy, escuchando un CD de Luar na Lubre, echo tanto de menos aquella tierra, que comprendo lo que quieren decir con el anuncio promocional de Galicia cuando hablan de la morriña...

jueves, 14 de junio de 2007

CRÓNICA DEL ABSURDO

Una vez hablaba con mi amiga Julia por teléfono. Me contaba que estaba en Cantabria remozando una casa abandonada para hacerla casa rural (no sé en qué terminó la cosa pero creo que con el ladrillo no les fue muy bien). Y sacó una anécdota con la que me partí de risa. Resulta que paseando por el campo, vio un burro atado a un árbol y en bastante mal estado (el burro, no el árbol). Con su alma de veterinaria herida en lo más profunda soltó al animal para que vagara libre y pastara lo que quisiera, y en esto salió un pasiego y tuvieron algo más que palabras. Según me contaba que el pasiego la amenazaba con un palo (y Julita no es de las que se apocan), le dije: "tengo amigos surrealistas que tienen experiencias surrealistas y hacen que mi vida sea surrealista". A lo que me contestó: "bueno, entonces quizás tu vida sea menos aburrida que las de los demás". Touché.

Y entonces me vienen a la memoria sucesos variados, como aquella vez que compusimos la zarzuela de "la contrahecha" en plena ópera de Turandot, o atravesamos un seto en el aeropuerto de Barcelona sólo por no dar una vuelta del quince, o cuando vimos pasar volando la toalla de Melissa por el pueblo de L'Estartit cual si se estuviera dando una vuelta. O esa vez que cargados de vermut nos encontramos con una grúa enorme en plena calle y nos pusimos a emular a Cibercelia ("no lo proceso, ¡me arruina los sistemas!").

Dedicado a todos los que han vivido experiencias surrealistas a mi lado y que han hecho que mi vida sea menos aburrida. Espero que haya unas cuantas más que podamos emular con los años.

lunes, 4 de junio de 2007

PHILIAS FOBB

Philias Fobb era un pulcro caballero inglés, que como todo hijo de vecino, tenía sus filias y sus fobias. Lo cual quería decir que de cuando en cuando disfrutaba -en secreto y mirando de reojo por si pasaba alguien- de chapotear en algún charco de barro.

Le gustaba la noche; alguna pasaba en vela, paseando en la oscuridad y aspirando el silencio. Aunque claro está que de día era cuando tenía energía y adoraba sentir los rayos de sol -escasos en Inglaterra- sobre su cuerpo.

Montaba en bicicleta y cogía el autobús. Lo mismo preparaba un bizcocho que se iba al mejor restaurante de Londres. Ora lloraba, ora reía. Unas veces gustaba de escuchar la obertura más famosa del Tannhäuser de Wagner que lloraba a moco tendido con un nocturno de Chopin. Adoraba y odiaba todo lo que se cruzaba por su camino. Aborrecía el vino a la vez que olisqueaba una copa de un buen Burdeos que después paladeaba con placer.

Tan confuso, tan confuso estaba, que un día cogió un tren y dio la vuelta al mundo en 80 días. Sólo que la fama se la llevó otro...

ALCALDESA

Una vez, siendo yo muy pequeña, me llevó mi abuelo al Retiro. Yo no entendía muy bien qué pasaba, sólo recuerdo mucha, mucha gente agolpada, y globos por todas partes. Cuando el incomprensible evento terminó, me dijo mi abuelo: "¿quieres saludar al alcalde?". Con cuatro años yo no sabía qué era un alcalde y quién era ese señor anciano que se agachaba delante de mi. Llevaba un adorno impresionante en la solapa, como esos premios que se dan a los ganadores de carreras de caballos.

El anciano caballero, calvo y con gafas, me dio la mano y me dijo "Cuando seas alcaldesa, llevarás una medalla como esta". Sin yo saberlo, de alguna manera estaba prediciendo mi destino. No quiero decir que mi destino sea meterme en política, pero a lo mejor termino siendo "alcaldesa" en algún sentido, en alguna parte, y me darán mi correspondiente medalla. Algo tenía que sacar de aquel evento surrealista.

Cuando se habla de que Enrique Tierno Galván fue el mejor alcalde de Madrid desde Carlos III no sé muy bien qué pensar porque mi edad era demasiado tierna como para recordar y opinar, pero sí que siento cariño por aquel entrañable viejecito que me dio la mano en el Retiro cuando iba con mi abuelo.

TROZOS DE VIDA

Tengo una caja donde guardo trozos de vida. Son trozos de mi vida y de vidas de otras personas que me acompañan. Si pusiera juntos en el suelo, formando una fila, todos los trozos de vida, se podría contar una historia llena de acontecimientos.

Las fotografías se llaman instantáneas. Nada más acertado. Captan un instante, y así de fácil, tienes un trozo de tu vida que atesorar.

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