jueves, 11 de diciembre de 2008

TRASTOS VIEJOS

Un viandante cualquiera reparó en el viejo escaparate delante del cual nadie se paraba nunca. Era un día nublado y la calle estaba mojada, no llovía pero caía ese calabobos al que no se le da importancia pero si pasas el tiempo suficiente a la intemperie, la humedad avanza inexorable y terminas empapado. El escaparate era lúgubre, el vidrio estaba sucio y desde luego no era nada atractivo. El viandante ni siquiera se preguntó por qué alguien querría exponer cosas de esa manera tan repulsiva. ¿Acaso querría vender algo?. La tienda ni siquiera estaba abierta. De hecho puede que hasta estuviera abandonada, y se había quedado tal cual, como si un buen día el dueño hubiera decidido marcharse y dejarla así, sin recoger, si se hubiera aburrido de repente y las cosas se hubieran quedado allí expuestas.

Se podía ver un par de botas ajadas. "Las botas de siete leguas", pensó el viandante. Y se imaginó quién las habría llevado durante millas y millas, incansablemente. Y qué necesidad habría movido a su dueño a trasladarse de un lado a otro tantas veces como para que terminaran así. Un paraguas negro descansaba en una esquina. Parecía pertenecer a una de esas severas niñeras antiguas de rostro tenso que pocas cosas dejaban pasar. El polvo ocupaba todos los rincones. Y más cosas había. Una vieja lata de aceite de motor. Y una barrica de vino, que ojalá estuviera vacía, pensó el viandante. Una manta que antaño habría sido acogedora, perteneciente a alguna tierna viejecita que se sentaba delante de la chimenea con semblante amable mientras contaba historias, permanecía ahora en la parte delantera del escaparate, raída por la polilla.

¿A quién le podrían interesar estas cosas?. Pensó el viandante, y siguió su camino sin darse cuenta de que era el único en mucho tiempo que se había parado delante de la vieja tienda abandonada y se había imaginado a los antiguos propietarios de los trastos que alguna vez fueron útiles para alguien. "Adiós", rezaba el cartel en la puerta de la tienda. "¿Por qué?", parecía susurrar la chatarra en el escaparate.

Inspirado en una de las canciones más bonitas de Paul McCartney, cuando todavía era un gran músico y no era gilipollas.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

CAZZO!!!

Hay una manera instantánea de salir de la fase de negación del duelo. Saca a pasear a tu perro, y cuando le estés regañando, deja a tu inconsciente llamarle Carlo. Es infalible. Además iba pensando que hacía mucho que no me escapaba un viernes por la tarde a verle antes de que empezara la clase del master, algunas veces lo hacía. Espiaba cuándo venía él a dar clase, me escapaba del trabajo y aparecía a reclamar MI BESO. Porque siempre tenía uno reservado para mi. El beso en los morros al estilo Carlo, por debajo del bigote.

Todo empezó en Santiago. Había una conferencia multitudinaria impartida por el Adulto de algún gran pope de la Psicoterapia y la sala estaba abarrotada. Había unas sillas a la derecha de la mesa del conferenciante donde se habían juntado los Niños Libres de Javier, Jesús y yo. Javier manipulaba una cámara mientras Jesús y yo hacíamos que escuchábamos el ronroneo insoportable de la charla. De pronto vino otro Niño Libre celoso. Él, seductor y provocador por naturaleza, se sentó en la silla inmediatamente delante de la mía y a intervalos se daba la vuelta y me lanzaba un beso, que lejos de incomodarme o escandalizarme, era inmediatamente correspondido. Hasta que una de las veces que se giró nos encontró a Jesús y a mi abrazados. Todavía me parto de la risa al recordar su cara de afrenta incontenida al no ser ÉL el abrazado delante del público.

No todos los días pierdes un maestro y no todos los días te paras a recordar qué te has llevado de él en esta vida. A veces he intentado entender qué demonios trataba de enseñarnos. Desde luego si eres un alumno de los que trata de coger apuntes para luego estudiar olvídate. Me hizo gracia hace pocos meses cuando repasando mis notas del master vi cómo al principio de las clases de Carlo aún hacía intentos de apuntar cosas ininteligibles (¿qué querría decir con esta frase a medio construir?), cómo pasaba a ser medio garabatos, terminando por un folio en blanco con el título. Ahora me doy cuenta de que daba igual el contenido del módulo, que daban igual los apuntes, el Análisis Transaccional, que probablemente lo que te contara ese fin de semana no lo ibas a aplicar nunca con tus pacientes. Seguramente ibas a aprender más de sus técnicas y sus teorías a través de otro profesor o de un artículo que de sus propias palabras. Yo no sé si les pasaría igual a mis compañeros. Pero a mi cada fin de semana con Carlo me creaba esa zozobra, esa inquietud, ese zarandeo. Al final de lo que se trata es de eso precisamente, no de que te pongas a coger apuntes o de que se te olvide lo que te han contado, sino de que alguien te haya dejado una huella imborrable, te haya hecho pensar, te haya creado una inquietud, y que de repente se muera y te des cuenta de cuánto ha significado en tu aprendizaje y en definitiva en tu aprendizaje sobre la vida, porque cuanto más te fijas en la vida más puedes ayudar a tus pacientes a disfrutar de ella.

Seguramente si lloráramos a Carlo se enfadaría o nos pondría a pensar. Así que esta noche me quedo con una de mis imágenes favoritas, de ese parecido con mi abuelo, de ese aire sabio y genial, sentado en la silla esperando a que nos diera la gana de bajar a clase, concentrado, cantando. A veces escuchando una pregunta o una reflexión de alguno, para de repente saltar muy enfadado y soltar aquella expresión soez y que me encanta, pero que hoy quiero soltar muy alto: Cazzo!.

domingo, 12 de octubre de 2008

HOY NO

Me pregunto cómo de grande debe de ser el nudo que se te hace en la garganta cuando empiezas un concierto cantando que hoy has echado de menos a tu hermano, después sigues, como en otros tantos conciertos, notando su ausencia a tu lado (y eso que han pasado casi nueve años desde que Enrique se murió), y luego cantar aquella canción que tu hermano le escribió a su hija, diciéndole a María que se agarre fuerte. Hoy tengo "Hoy no" dándome vueltas en la cabeza. Lo tenía como dormida, pero con el concierto de los 30 años me ha vuelto esa pasión adolescente, sobre todo al juntarme cerca, muy cerquita del escenario con otros tantos frikis de Los Secretos como yo, que han rayado discos de vinilo de tanto ponerlos, que escuchaban el disco del directo del (86?) y creían estar allí. Menos mal que de vez en cuando algo me pega un empujón musical y recupero la pasión musical. A veces me gustaría poder pedir deseos a un genio de la lámpara y poder asistir a conciertos interminables, le pediría poder volver a ver a Los Secretos en el Honky Tonk como cuando era adolescente y me llevaron mis tíos en plan backstage con otros músicos; le pediría ir a un concierto de los Beatles, de los Eagles, de mi Sabina, y que no se acabe nunca la música. Me gustaría haber seguido todo el fin de semana pegando botes en la arena de Las Ventas con mi grupito de frikis canción tras canción, contándonos cómo esta es mi favorita, no ahora aquella...
Ahora toca temporadita de rescate de viejos discos.

viernes, 10 de octubre de 2008

GRACIAS POR ELEGIRME

Ha sido divertido, incluso esa lucha entre el morlaco y la torera, porque aunque yo quiero mucho a Eric y es mi cuñado, no le perdono ese vociferio de "Odio a Sabina" que resonó en el tendido de sol esta noche. Sin embargo lo ha resarcido con esas ovaciones compartidas a RAMÓN y su guitarra. Creía que nadie más compartía conmigo esa devoción a ese Ramón tímido que quiere pasar desapercibido pero que cómo va a conseguirlo cuando puntea su guitarra, ¡por Dios!. Seguro que para él no somos más que uno más de "los sobrinos de María" que pegábamos voces en la piscina de Las Rozas cuando él estaba allí las tardes de verano con Begoña, y él es otro en nuestra colección de ídolos que desfilaban en la Movida de los 80 por casa de mis abuelos. O una noche de cangureo de mi prima abrías la puerta y aparecía Álvaro recogiendo un sobre. O te acompañaba a un concierto Javier. Y tú de veinteañera ibas de fan número uno a un concierto de Enrique y meses más tarde aparecías por el tanatorio a consolar a tus tíos mientras por todos los rincones había músicos rindiendo miles de homenajes con sus guitarras. Las Ventas a tope, no cabe ni un alma más y mientras Los Secretos tocan sus grandes éxitos uno tras otro y tú dudas entre echarte a llorar de la emoción y la nostalgia o ponerte a pegar botes (y optas por esto último), te dedicas a llamar por teléfono a tus tíos, iconos de la Movida, especialmente porque ha salido en el escenario Che Mari, y esperas el día en que se monte una Jam Session y puedas disfrutar en privado de la más absoluta genialidad de la música, aquello que fue tu pasión más secreta durante largas horas y que un día te truncaron para ser mujer de provecho. Lo que daría yo esta noche por haber estado, sólo un minuto, al lado de Álvaro Urquijo.

domingo, 5 de octubre de 2008

TENIAMOS SUEÑOS

Aquel verano tan intenso escuchaba yo unos versos de Sabina que decían "en Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver". Yo era feliz allí y en aquel momento, y pensaba, parada en aquel semáforo escuchando la canción, qué pasaría si en algún momento del futuro las cosas habrían cambiado tanto qué sentiría yo al volver a mi Comala particular.

Fue un verano estupendo, pero pasó, se acabó y empezaron nuestros sueños. Juanmita se fue a Mexico. Anita y David se fueron al Caribe y pasaron muchas cosas. Otros fuimos en direcciones distintas. Estos días paseaba yo por las calles del pueblo y revivía tantas emociones que pensaba que quizá Sabina tenía razón, porque volver a Comala te recuerda los proyectos que tuviste y que pasado un tiempo ves que no has cumplido. Entonces salimos de allí con la maleta llena de ilusiones y proyectos, y hoy vuelvo a Madrid con un equipaje que consiste en una pizarra en blanco donde todo son interrogantes. ¿De qué sirve soñar si luego cuesta tanto cumplir los sueños?. ¿Por qué tiene que ser tan doloroso visitar de nuevo una cala, una playa donde dormíamos bajo las estrellas, por qué tiene que doler tanto abrazar de nuevo a tus maestros?. Me apetece coger el rotulador y ponerme a garabatear de nuevos sueños la pizarra, pero es que no se me ocurre qué poner. Sólo sé que me han invitado, me han insistido, en que vuelva a Comala, pero a mi me da miedo, porque ya no es lo mismo, ya no somos los mismos, y aquello nunca se volverá a repetir nunca más. Emulando a Heráclito... nunca bucearemos dos veces en el mismo mar.

sábado, 16 de agosto de 2008

MIRANDO AL MAR

Si supiera hacer dibujos animados, la escena de esta tarde serían edificios con vida, grandes, grises y de hormigón, con ojos de mosqueo y dientes en forma de sierra que se doblaban amenazantes sobre mi coche que rodaba por el asfalto negro de la M-30. Así es como he vivido las vistas de Madrid por la entrada de Méndez Álvaro, después de 500 kilómetros planificando nuevas aventuras de buceo para la temporada de otoño, con el olor de la brisa marina del anochecer que ya se va metiendo en la costa, con la sal en la piel...

Una vez contaba aquello de los libros que te saltan a las manos desde las estanterías de las librerías (está en alguna parte de este blog). Pues una vez se vino conmigo un libro que decía "Escríbelo y haz que se cumpla". Quizá si ahora lo escribo, puede que algún día, espero que más pronto que tarde, todo encaje y termine donde yo quiero. Porque yo no quiero vivir en Madrid, si ahora estoy aquí es porque hay muchas cosas que me atan o que dejo que me aten, pero espero que pronto pueda dejarñas de lado que no abandonarlas, porque hay mucho y muy rico por aquí, pero no soy yo cuando camino por el asfalto y sí soy yo cuando estoy mirando la masa marina de color azul, o verde según esté el viento, me hipnotizan las olas, me acaricia la arena, respiro el viento...

Algún día voy a vivir en la costa, en un pueblecito pequeño y poco turístico. Por ahora es La Herradura la que más papeletas tiene, por aquello del cariño, pero cualquier otro sitio precioso me vale. Y todos los días me levantaré con gusto por la mañana, al abrir la ventana veré el mar, por las tardes me sentaré en la terraza a ver anochecer como en los apartamentos cutres del Pope el verano del Info... No sé a qué me dedicaré, pero estaré rodeada de gente que me quiera, estaré tranquila, podré ser yo misma sin tener que ponerme la máscara para que me acepten porque si no me aceptan (aunque el grupo de turno no me interese lo más mínimo) me quedaré sola.
Todavía no sé dónde será pero quiero que sea en Andalucía, porque tengo sangre gaditana y me tira, parece una chorrada pero es cierto, en el sur me siento como en casa porque todos hablan con un acento familiar, cálido y acogedor, la gente se ríe, se reúne, comparte.

Voy a vivir en la costa en el sur. Que lo sepáis.

miércoles, 30 de julio de 2008

PEREGRIN TUK Y LOS DEMÁS

Quedaron fuerzas hasta para ponerse poética y gritar en el bosque:
"¡Oh, camiño, camiño, cándo serás chá!".
Pero el camino no colaboraba demasiado, y poca tregua nos dio.

1ª etapa: Villafranca del Bierzo hasta O Cebreiro. 28 kilómetros.
Temperatura fresca a las 6 de la mañana que recibimos agradecidos a la hora de empezar el camino con ganas con buena perspectiva. Cuando salió el sol y se pudo ver el paisaje hubo cierta decepción porque caminar junto a un quitamiedos cerca de la carretera no era lo bucólico que esperaba. Todavía caminábamos juntos y charlábamos.
Pronto vino el verdadero camino. En La Fava ya se adivinaban las primeras casas antiguas de la zona de los Ancares, pero también empezaban 9 ó 10 kilómetros cuesta arriba que te quitaban el aliento pero a cambio te obsequiaban con un paisaje de impacto. Coronando la cima llegamos al que en tiempos fue un pueblo inhóspito y que hoy, de reconstruido que está, parece artificial. Pero pudimos disfrutar de su queso excelente a pesar de la miel, varias y varias, y varias veces.
Postdata: odiamos "al del bigote".

2ª etapa: O Cebreiro hasta Calvor. 37 kilómetros.
El Bierzo quedó atrás y ya no queda nada de ello. Ahora todo son Ancares, que nos tocó descender en la etapa. Madrugón y doble asalto de alemanes que de cualquier forma querían saber por qué hacíamos el camino o si éramos creyentes, persiguiéndonos durante varios metros con molesta verborrea. Mala idea la de pararse a comer opíparamente en Triacastela (a pesar de que la farmacia nos vino muy bien para comprar drogas y ortopedia para nuestras ya castigadas rodillas), porque después de comer hubo que hacer la digestión a la par que se caminaba por la ruta de San Xil. El premio, un camino precioso. El castigo, un sol de justicia y cuestas interminables. Qué bien nos recibió el hospitalero cuando llegamos andando cual muñecas de Famosa y qué bien nos supo la cena que habíamos acarreado, mientras "el chino" se atracaba de espaguetis con polvillo amarillo. Fue el último momento en el que le volvimos a ver. Tras hacer amistades con franceses y alemanes caímos en combate hasta la mañana siguiente.

3ª etapa: Calvor hasta Portomarín. 28 kilómetros.
Qué bien empezar a andar y que empiece el calabobos porque así caminamos sin calor, y además sacamos las capas y empezamos a bromear sobre nuestros aspectos de Hobbits. Además llevamos a Chiclón, el pan chicloso del día anterior que se convierte en nuestro lembas particular, y hacemos un segundo desayuno Hobbit. Entre las ampollas, las roturas fibrilares, las agujetas y las pájaras alguno estuvo a punto de fenecer en el camino y tuvo que hacer un poco de trampas para llegar al albergue. Claro que luego lo devolvió con creces aguantando estoicamente el agotamiento para ir a hacer la colada. Fue el día donde el dolor se volvió castigo divino y al menos a mi, me obligó a hacerme una crisálida de Radiosalil dentro del saco. A uno le dio por raparse la cabeza y darnos un susto.
Postdata: odiamos a "la argentina" y "al del pelito".

4ª etapa: Portomarín hasta San Xulián. 30 kilómetros.
Llueve un poco y eso nos alivia, además el camino es bosque de roble y parecemos personajes salidos de un cuento. Poco Románico queda ya, pero de vez en cuando tiene su encanto apareciendo en algún sitio recóndito. Bendito albergue donde nuestros pies se negaron a continuar, porque pudimos disfrutar de una cena épica incluso con doble postre.

5ª etapa: San Xulián hasta Arzúa. 26 kilómetros.
Hemos salido de las aldeas encantadoras de Lugo y ahora entramos en territorio de La Coruña. Estamos agotados pero en una pulpería de Melide encontramos un oasis de pulpo con cachelos, ribeiro tinto y tarta de queso a las 11 de la mañana. No queremos seguir andando así que nos dejamos caer en el albergue a la entrada del pueblo, donde en los barracones atestados de literas hay gente que no sabe estarse callada. Hoy odiamos a todos.

6ª etapa: Arzúa hasta el Monte do Gozo. 31 kilómetros.
Las agujetas nos dan tregua pero no las lesiones, pero nosotros seguimos hacia nuestro objetivo. El bosque está vivo, parece que se va a poner a susurrar como el bosque de Fangorn. Parece sacado de un cuento. Hacemos varios desayunos como días atrás pero hoy nos damos el homenaje gastronómico que nos amarga un poco la señora que habla a voces a nuestro lado. Paramos un rato a echarnos la siesta pero preferimos chincharnos unos a otros y partirnos de risa. Lo que queda hasta el albergue ya no es nada para lo que llevamos hecho, pero la llegada parece interminable. Pasando por urbanizaciones, no nos dan mucho gozo las vistas pero nos hace gracia "la alcachofa" que han puesto en la cima. Nos dan la gran alegría de darnos literas compartidas con gente a la que adoramos (sin acritud, ¿eh?). Unas cervezas para celebrarlo y se nos suelta la lengua. Dormimos como ceporros a pesar de los ronquidos...
Postdata: odiamos a Jesucristo y a MonicArwen.

7ª etapa: Monte do Gozo hasta Santiago. ¿y qué son 5 kilómetros para nosotros?.
Hoy hasta podemos ir a buen ritmo (bueno, hablo por mi) y nos da tiempo a llegar a la oficina del peregrino antes que las hordas. Y tenemos el resto del día para disfrutar de la ciudad mágica donde todo puede pasar. Bailamos la conga en la rúa del mismo nombre, nos dormimos en la misa del peregrino (y no nos ponen el botafumeiro, grrr), comemos pulpo, bebemos ribeiro, y disfrutamos de la recompensa y del orgullo de la hazaña lograda.
Postdata: ya no odiamos a nadie.
Post-postdata: la amistad sucede cuando estás caminando y te encuentras con que te están esperando a la vuelta de la curva.
Gracias para Bere y Rubens.

CORPORE SANO IN MENS SANA

Todos tenéis permiso para corregirme si me equivoco. Pero mientras me pateaba el camino, cuesta arriba, cuesta abajo, atravesaba aldeas de cuento que tenían cuatro casas. Si había suerte de que estuvieran habitadas, se veía que vivían como antaño. Y al pensar sobre el antaño y al ver que yo misma sólo estaba preocupada por cuestiones básicas como la comida, el cansancio y el camino, concluía lo siguiente. ¿Cuánta patología mental habría antes?. Me refiero a cuando los hombres dedicaban el día entero a cubrir sus necesidades básicas, de alimentación y de refugio. Ya sea cuando vivían en cuevas o cuando pasaron a aldeas de casas de piedra, no había tiempo durante el día a dedicarse a darle vueltas al coco de la manera tonta en la que lo hacemos hoy en día. No tenemos dificultades en encontrar comida, ni en cobijarnos, ni en conseguir luz eléctrica, pero a cambio esa parte mental en la que no ponemos energía se dedica a dar vueltas y vueltas. Quizá eso reduce la etiología de las patologías mentales a las carencias afectivas y al trauma (quitando la parte genética). Podemos tener traumas y falta de cariño desde nuestros ancestros, pero si tu vida depende de lo que consigas hoy para comer o de los enemigos de los que te puedas defender, no tienes tiempo para desarrollar enfermedades mentales.

martes, 3 de junio de 2008

CUORESIDADES

Las vacas tienen huesos en el tabique. Las serpientes sólo tienen tres cavidades. En estado fetal no tiene más que dos cavidades, hasta que empiezan a dividirse los septos y forma huecos interconectados por donde -panta rei- todo fluye. Pero en todos realiza la misma función. Una vez y otra, seguido, sin pararse nunca porque si lo hiciera dejaríamos de vivir aunque no de existir momentáneamente.

Las personas no tienen ninguna peculiaridad cardiaca, lo tenemos a la izquierda en el pecho, lo sentimos adentro, a veces nos duele, a veces nos pega un vuelco y parece que se para, para después empezar a latir de nuevo a toda velocidad; existe una palabra preciosa que se llama extrasístole para definir aquello que nos pasa cuando algo nos choca tanto que "se nos para el corazón".

A veces se puede parar y resetear, en un acto casi mágico en el que un poco de calcio, un poco de bicarbonato, un shock eléctrico y de nuevo lo tienes en la mano a ritmo furioso. Otros hasta se pueden sacar del cuerpo y ponerlo en otro cuerpo, y ahí funcionará mucho tiempo igual que con su antiguo dueño, provocándole las mismas sensaciones y emociones, cuando se enamore, cuando se asuste, cuando esté triste, cuando se alegre.

Porque el corazón responde a todo, está siempre alerta. Un nódulo sinusal, un nódulo atrioventricular, un haz de Hiss, una red de Purkinje, suena complicado aunque fascinante cómo el director de orquesta dicta cómo y cuánto hay que latir, y por dónde. Rebelde algunas veces en las que da sustos. Fibrilación auricular, fibrilación ventricular, disociación... es un órgano curioso con personalidad propia.

miércoles, 9 de abril de 2008

INSTRUCCIONES PARA CAMINAR

A nadie le habrá sido ajeno el hecho de que sus semejantes son capaces de desplazarse por el mundo en una forma un tanto peculiar, que caracteriza y diferencia a lo que llamamos ser humano. Es lo que los doctos denominan el caminar; un hito en nuestra historia colectiva, un hito en nuestro propio devenir en la vida, todo un logro que alcanzamos a la tierna edad de 12 meses, de 365 días de existencia. ¿Y cuántas veces a lo largo del día, a lo largo de la vida, nos paramos a pensar en el modo de caminar?.

Si alguno quisiera alguna vez practicar semejante forma de movimiento de traslación, ha de saber que conviene revisar

La unidad de desplazamiento en el caminar es lo que denominamos paso. Un paso no sirve más que para trasladarnos de lugar, para que el sujeto en cuestión deje de estar en el punto en que se hallaba, para descubrir que su posición ha variado. Que su perspectiva del mundo ya no es la que era.

Cuando uno enlaza varias unidades del caminar, véase pasos, en una concatenación, en una avalancha, en una sucesión, sucede que el sujeto está caminando, pero en ese caminar sólo es consciente de que su voluntad es abandonar una posición de partida y alcanzar la posición de llegada. Rara vez hace caso el caminante al proceso intermedio, al mero hecho de estar enlazando unidades, al hecho de que en cada una de ellas está realizando un pequeño acto de cambio y desplazamiento, que cada paso ya no es igual que el anterior.

DON ALONSO Y YO

Ábrase la segunda parte del Quijote; aquella que Cervantes nunca quiso escribir, pero que empujado quién sabe si por los clamores de sus lectores (a pesar del alto grado de analfabetismo que había, pero eso es lo que cuenta la leyenda), o por algún alto mando de la época... En fin, que pasadas la Tasa, y la Aprobación, y el inevitable “Yo, el rey”, se llega a la dedicatoria.

La segunda parte del Quijote está dedicada al Conde de Lemos, quien poseía un castillo en el mismo Monforte y era mecenas de artistas, y que por añadidura llamábase Don Pedro Fernández de Castro.

El árbol genealógico está en casa de mi abuela. Espasa lo cita. Bueno, sí, Don Pedro fue antepasado mío...

2005. Cambiamos de año. Como cada año en este país hay que dar el coñazo con un tema, salimos de Dalí y nos metemos en el Quijote. La que nos espera. La anual maratón de lectura del Quijote, y que no hay quien aguante, se repetirá, pero a diario. Y lo anuncian en todos los carteles del metro, y en la tele, y lo regalan con los periódicos, y de pronto todo el mundo dice que lo ha leído. Somos como los chinos y este año estamos en el Año del Quijote.

Mi primer contacto con tan singular personaje fue en mi infancia, muy en la infancia cuando ya sabía leer, y ya sabía quién era el Quijote, porque era mi serie de dibujos animados favorita. Por eso recuerdo como si fuera ayer aquellas visitas a La Mancha, al pueblo de mi familia, a comprar las famosas tortas de Alcázar. Ahora entiendo por qué mi padre nunca quería ir al pueblo, por qué siempre renegará que nació allí, pero a regañadientes llevaba a sus padres de vez en cuando para cumplir con la familia. Mientras, yo me iba a ver los molinos de viento. Y me reía, me hacía gracia que Don Quijote creyera que eran gigantes. Sólo eran molinos de viento. Iba a ver los molinos con mi abuelo.

Cuando eres pequeño te interesan muchas cosas, y aprendes de todo, y dejas atrás muchas de ellas. Como por ejemplo, las visitas a los molinos y los dibujos y los álbumes de cromos de Danone del Quijote. Pero todo ha de volver alguna vez... Heráclito decía que nunca se puede bañar uno dos veces en el mismo río, Parménides decía que todo se repite y se repite y Demócrito los aplacaba diciendo que todo cambia pero hay algo que permanece...

Y Paco, el profesor de lengua del colegio, que tenía cinco carreras y estaba loco, y a quien llamábamos El Quijote desde que éramos pequeños, nos obligó a leerlo a los 14 años. Y nos hacía entregarle todos los días una ficha, contando cada capítulo en estilo de Cervantes. Empezaron los trapicheos por la clase, unos se repartían unos capítulos, otros se leían otros, y luego se intercambiaban la información. Yo participé en aquellas tretas con otros libros, pero no con este. Este me lo leí.

Me lo releí a los veintitantos años. Acababan de operar a mi abuelo y se estaba muriendo. No sé por qué pero aquella época me lo tenía que leer. Y ya no me gustó como la primera. Pero mi abuelo salió de aquella. Murió tres o cuatro años después.

Y he aquí que cierta tarde en la que no estoy trabajando porque me aburro y me he metido en internet, que mando un correo a mi amigo Rui, el de Lisboa, diciéndole que cualquier día estos cojo y me largo de aquí. Y Rui me dice que si lo hago le avise, a lo que sin pensarlo mucho, le contesto que cuando él quiera le hago sitio en Rocinante. Cuando cuento esto como curiosidad en otro correo dirigido a una gente que me lee entre líneas, resulta que mi profesora de literatura favorita me contesta con el capítulo 20 del Quijote... De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo, como la que acabó el valeroso don Quijote de La Mancha. De lo que en él se lee y lo que significa podría escribir un libro entero. Pero resumiré que se metieron en un bosque, que Sancho tenía miedo de la oscuridad y los ruidos, y que acabaron riéndose a carcajadas.

El famoso caballero y aguerrido hidalgo era conocido como Don Quijote de La Mancha a modo de burla por su grotesco aspecto. Nadie sabía muy bien cómo se llamaba y le daban todo tipo de nombres y motes. Se llamaba Alonso Quijano el Bueno y así se le conoció concluidas sus hazañas.

Un día don Alonso abandonó su hacienda y prácticamente se fue con lo puesto, que era bien poco. Un bacín a modo de yelmo, y llamó a su caballo Rocinante por no romperse mucho la cabeza. Y partió, sin saber bien hacia dónde, sólo sabía que tenía que partir. Cuentan que estaba loco de tantos libros de aventuras que había leído. Y todos se reían o le temían.

Cierta vez montó a Rocinante a galope y arremetió contra los gigantes. Eran molinos, pero para él eran muchos gigantes de grandes brazos, que avanzaban hacia él. Sólo eran molinos. Pero él salió victorioso.

Y murió don Alonso tras muchas aventuras; “vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño”. Partió loco y volvió cuerdo.


Ahora me pregunto... si todo esto es casualidad o no...

Como a veces me apetece emular a Manuel Vicent, pues he aquí un parto de esos que luego rompo... pero por si me entran las tentaciones, leedlo ahora, antes de que me arrepienta.

Bely, gracias por inspirarme hoy. María, gracias por recordarme que a veces es bueno guardar lo que escribo.

lunes, 17 de marzo de 2008

EN EL CATÓN DE BABA

Algunas tardes de sábado, cuando ya casi estaba oscuro, llamábamos al telefonillo. Como nunca cabíamos todos en la caja de cerillas que allí llaman ascensor, los niños jugábamos a subir corriendo los cinco pisos, con lo que cuando la abuela Abi nos esperaba en la puerta, ya estábamos sin aliento.

A veces no podíamos armar bulla al entrar en la casa. Si el abuelo Baba estaba echándose la siesta no se nos permitía pasar. Pero si ya era una hora prudencial, podíamos abrir lentamente la puerta y asomarnos. Junto a la ventana, en el catón de Baba, había un sillón orejero donde dormía su siesta, hacía sus crucigramas o escuchaba su música. Siempre llevábamos en el cuerpo esa excitación que casi rayaba el miedo de que nos mirara de repente, como hacía cuando jugábamos al Milano y "estaba vivo", y te tocaba ser Mariquiya la de Atrás y mirar, y Baba salía corriendo detrás de nosotros con la escoba en la mano. Esa mirada súbita, con los ojos muy abiertos, y esa sonrisa pícara que quería decir "voy a por ti". La mayoría de las veces eso no pasaba en su catón porque estaba relajado, y entonces te explicaba qué músico estaba escuchando en ese momento, te ponía una cinta, te sentaba en sus rodillas y a la luz de la ventana te contaba el cuento de Estrellita y Rabo de Zorra, o te cantaba la canción del Rey Midas y de nuevo te entraban los nervios de las cosquillas inminentes.

Baba regaba los árboles en Las Rozas en verano todas las tardes, vestido con su bañador y sus zapatillas Victoria azul marino. Siempre se pegaba un chapuzón en la piscina, y como él nos decía, "vosotros sois bombitas, y el abuelo es un bombón", y de la plancha que hacía casi se salía toda el agua de la piscina.

Fue Baba quien me regaló al conejito Auroro cuando cumplí un año y era un ser rollizo vestido con un gorro rojo, sentada en el coche de plástico de Daniel, y miraba con fascinación cómo Baba sacaba al conejito rosa del envoltorio de plástico. No es que tenga memoria, es que me lo han recordado en forma de super8. Pero sí tengo la dolorosa memoria de que quien me pinchaba la penicilina en el culo era Baba. No le tengo rencor a él, pero sí a la colcha de flores sobre la que me tumbaba boca abajo.

Conservo mil recuerdos, conservo la manta de su cama, conservo una de las estanterías en las que estaban sus cintas de música, conservo sus canciones. Siempre conservo su voz, su acento gaditano, sus gafas, su bigote, el orgullo de compartir con él el mes de cumpleaños y cómo jugábamos a convertirnos en hombres-lobo cuando había luna llena.

Para mi abuelito, "ese pobre ancianito".

viernes, 29 de febrero de 2008

EL ABRAZO DEL MOLA MOLA

Hay días en los que te apetece pasear. Sales de casa, sin prisa pero sin dormirte en los laureles porque si llegas tarde los demás no te esperan. Hace un día precioso, el cielo está de un azul escandaloso, no hace mucho viento, y tú estás deseando salir a dar una vuelta. Hay gente que sale de casa y ese día sale porque tiene un objetivo. Tú no. Simplemente echas las manos a la espalda, te despreocupas de todo menos de lo que no tienes que despreocuparte, y sales de marcha, a observar el paisaje, a ver qué aspecto tiene hoy. Y miras las rocas, los vegetales que crecen en ellas, observas los animales que corretean por encima o alrededor, que se asoman para ver quién eres o que son tímidos y se esconden. Y tú simplemente paseas.

Sólo que en vez de las botas de montaña te has calzado unas aletas, en vez de gafas de sol llevas máscara, en vez de caminar, aleteas a favor, en contra de la corriente...

Y hay días en los que, a pesar de haber salido sin objetivo, sin ese ansia de "hay que llegar hasta..." o "hay que bajar hasta..." o "tenemos que estar tantos minutos", de pronto surge de la nada, viene nadando lentamente, te rodea, te mira, y de manera inesperada se te acerca tanto, tanto, que le tienes que poner una mano en el costado y empujarle o te empuja él a ti. El mítico pez luna, el Mola mola, el tan codiciado trofeo de todo buceador. Hoy me ha abrazado un Mola mola.

martes, 19 de febrero de 2008

A TODA LA VASCA

Solía ser el título de los correos. Otras veces eran "Mara verde" y seguro que era un correo divertido, reservado sólo para aquellos a los que no le daba vergüenza mandárnoslos. Otras veces era una cadena solidaria para tratar de encontrar hogar a perros que lo necesitaban. Pero todos los días había una ristra importante de correos de Mara. Los eché de menos esta semana. Mi buzón no estaba tan lleno.

Ayer las recordaba yo sola, pero hoy las recordaba en compañía de otros que compartieron mil anécdotas sobre Mara. Me apostaría lo que fuera a que Mara aparece en todas las orlas de todas las promociones que han pasado por Veterinaria desde que ella imparte clases. Hasta el más pellero se habrá llevado un impacto, porque ella impactaba. Daba clases magistrales. Siempre parecía que las daba como enfadada, siempre soltaba esa coletilla tan suya de "esto... ¿cómo se llama?", hablando a todo trapo, casi no te daba tiempo a coger apuntes. Claro que poca falta hacía, porque lo que contaba a veces rozaba lo fascinante. Creo que todos conseguimos por fin entender el sistema nervioso autónomo gracias a sus clases.

Tengo una foto que es genial. Por algún motivo nos metimos dentro del kiosco de La Garceta los personajes más dispares que había en ese momento en el aulario B. Mara, por supuesto, acompañada de Juanfran, Ángel Arias, Emilio Pita, Amaya y Maki. Aquello eran nuestros años de carrera, donde éramos nosotros mismos, donde no teníamos que dar una cara seria ante ningún jefe, donde nuestra rutina eran clases a las que (a veces no) asistíamos, las prácticas, las horas del bar de Pepe, la cola en la fotocopiadora, las horas y horas dentro de algún local de asociaciones. Y ella siempre era bienvenida a ellos. Siempre recordaré aquella sangría que hicimos en la fiesta de navidad en el "perolo" de Pepe con la que Mara tanto disfrutó, y acabó como en todas las fiestas, con Mariló sentadas en dos sillas a la puerta del local como las viejas en los pueblos, mirando al personal. ¡Otro día le dio por ordenarnos el local!. Tantos años y tantas generaciones habían vivido en él y nunca nadie (salvo Toñete una vez en un arrebato) había limpiado.

Sencillamente geniales aquellas gimkanas en su casa. A nadie más que a ella se le podrían ocurrir. Todos los años se hacían y todos los años había novedades, nuevas pistas, nuevos escondrijos, pero los mismos nervios, los mismos empujones por el pasillo, las mismas visitas al bar de abajo, los mismos portazos en las narices del equipo que iba detrás. Y lo mejor de todo, sentarse a abrir los "regalos", intercambiar un abanico por un muñeco, una taza del colacao por un paquete de clinex, el regalo más codiciado, un porta-CDs de Coca Cola... Y las cenas, y aquellas partidas de "los siete pecados capitales" hasta las tantas, las mejores partidas de pictionary que he echado en mi vida, riéndonos hasta caernos al suelo.

Nunca te he dado las gracias por tanto que nos has dado, Mara. Y supongo que dirías que qué narices, qué falta hace darlas. Pues a veces pienso que qué poco nos damos las gracias unos a otros por lo que nos damos. Gracias por enseñarme, gracias por preocuparte, por escuchar, por tu risa, por los encuentros, por tu ingenio, por tu humor, por ir al grano, por conectarnos a todos, por mantenernos bajo tus alas como si fueras una mamá gallina.

Que lo pases muy bien en El Rondelo, donde ya no estarán ni Pompa ni las otras cabritas porque las estarán cuidando por ti en otra finca. Pero allí eras feliz y allí te quedarás, mientras nosotros te recordaremos siempre. Un beso y un abrazo para que te los lleves contigo.

jueves, 17 de enero de 2008

NO SOY ECLÉCTICA

eclecticismo.
(De ecléctico).
1. m. Modo de juzgar u obrar que adopta una postura intermedia, en vez de seguir soluciones extremas o bien definidas.

Y Aristóteles decía que la virtud se encuentra en el término medio.

Lo siento, pero no consigo aplicarlo. Que viva el blanco y el negro, el sí y el no, el ying y el yang, arriba y abajo... que parezco Coco el de Barrio Sésamo...

sábado, 5 de enero de 2008

SUCCESS

¿Quién define lo que es el éxito profesional?. Hay alguien desde fuera que nos dicta que tenemos que ganar más o menos dinero, tener un curriculum más o menos extenso, dirigir equipos, manejar presupuestos...

Estoy rodeada de gente con éxito. Algunos de mis mejores amigos son directivos de multinacionales, otros son grandes investigadores con estancias prestigiosas en el extranjero. Algunos ganan cantidades indecentes de dinero. Otros son famosos. Y yo a veces me siento chiquitita, fracasada. ¿Dónde se supone que debería estar yo ya, viendo la brillante trayectoria que llevaba?. Fui la Product Manager más joven de España, dirigía, investigaba, gestionaba, ganaba pasta. Y no funcionó.

Y hoy he hecho una fugaz visita a mi humilde trabajo. Tal vez no gane tanto dinero como mi curriculum se merece. Tal vez no dirija grandes departamentos de grandes multinacionales. Tal vez no haga grandes viajes, ni quiero. Pero hoy pensaba que estoy lo más cerca posible de la definición que hoy pensaba de éxito profesional: ¡disfrutar con lo que haces!.

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