miércoles, 19 de diciembre de 2007

FELIZ NO-NAVIDAD

Cada vez lo hago mejor. Me propongo no hacer caso de las luces en la calle, de los anuncios en la tele y casi ni me entero de que la población madrileña celebra la navidad. Porque yo no la celebro. No es la navidad de lo que me alegro en estos días. No, lo que me alegra es otra cosa más cósmica, que me atrae, que me fascina, que tiene ese no sé qué, un gusanillo de temor unido a la incipiente alegría de lo que viene dentro de poco.

Hace ya muchos años hubo una frase de una profesora de Historia que nos hablaba de los hombres prehistóricos: "tened en cuenta que aquella gente se metía en la cueva todas las noches sin saber si el Sol saldría al día siguiente". Porque el Sol es tan importante para nosotros, que no podríamos hacer nada si nos faltase. Qué pocas ganas de hacer cosas nos entran alrededor de las 6 de la tarde cuando se acerca el ocaso. Y qué bueno es celebrar que a partir de estos días, esa sensación cada vez durará menos minutos, menos horas.

Feliz solsticio de invierno

Y SIN EMBARGO...

... y a pesar de todo, hoy lo echo de menos.

Echo de menos a mis pacientes, grandes, pequeños, más graves, más sanos. Echo de menos las guardias de 24 horas a la espera de algún cólico. Echo de menos las duchas con vistas a la sierra. Echo de menos salir a las 5 de la mañana con el hacha cortante del frío de febrero en la cara. Echo de menos los partos, yo sola, sin ayuda, sobre la paja, casi sin esfuerzo, solas la vaca y yo. Echo de menos la radio con "La Flauta Mágica" de Mozart a todo trapo. Echo de menos la ordeñadora marca Cerezo que tenía más años que todos nosotros juntos, con su "chuf-chuf" acompasado. Echo de menos a los alumnos, los veteranos, los novatos, los curiosos, los estudiosos. Echo de menos mi botella de ginebra secreta escondida detrás de los archivadores. Echo de menos a los mozos y nuestra complicidad. Echo de menos estar cubierta de guarrería todo el día y que no me importara. Echo de menos las cirugías programadas y toda la ceremonia solemne a su alrededor. Echo de menos la satisfacción de sacar animales adelante.

Echo de menos a muchos. Pero también hay unos cuantos a los que no. No, no os echo nada de menos.

domingo, 16 de diciembre de 2007

PIEDRAS EN EL RIO

No sé por qué pero quiero llegar al otro lado. Es lo único en lo que pienso y en lo que tengo fija la mirada. La otra orilla del río. Pero yo ya estoy cruzando y ya no hay vuelta atrás. La orilla de la que vengo queda tan atrás. No puedo dar la vuelta, saltar, y volver. Está muy lejos. Hay que seguir hacia adelante, hacia la tierra, cuando llegue me aferraré a las cañas y a la hierba.

Pero nunca llego. Estoy sobre las piedras del río. Permanezco de pie sobre una de ellas. Me aterra caer y mojarme. El agua es tan oscura, tan fría, corre tan rápido. No quiero caerme. Estoy en una piedra, pero esa piedra tiene ángulos, estoy incómoda, pierdo el equilibrio, y cuando parece que estoy a punto de quedarme quieta, no puedo permanecer más en ella y salto. Siempre salto de piedra en piedra. De una piedra a la siguiente. Y nunca estoy más cerca de la otra orilla. Siempre hay más y más piedras, unas altas, otras bajas, tan bajas que me mojo los tobillos, me calo los pies, y siento ese terror húmedo y frío que me hace saltar de nuevo. A veces la piedra está al sol y entonces me paro un rato más a calentarme. Pero tampoco me quedo mucho tiempo y salto a la siguiente piedra.

Una piedra y otra piedra. Cruzando el río.

domingo, 9 de diciembre de 2007

WHAT???

Salgo del cine partiéndome el culo y todavía sigo. La peli me ha hecho transportarme a tantos recuerdos surrealistas vividos en la campiña inglesa que sigo, y sigo, y no puedo parar de recordar eventos. Mi insomne noctambulismo de esta noche hiperactiva me pone a escribir sin parar sobre anécdotas idiomáticas.
La que recuerdo ahora con más gracia se remonta a la época en la que era una alta ejecutiva de una multinacional farmacéutica. Veintipocos años, muy preparada, curriculum vitae sobresaliente, bilingüe en inglés... y mi primera reunión internacional. Vamos en trío: el Gerente General, el Director de Marketing, y yo, Asesora Técnica Veterinaria para España y Portugal. Casi nada. Aunque había que vernos a los tres.
Nos metemos en la reunión en un hotel, dos o tres representantes por país y cada uno de nosotros tiene que hacer una presentación. Mi jefe hace una introducción en un spanglish medio inventado y luego me toca a mi hacer la presentación sobre proyectos, de la que salgo bastante airosa hasta que llega el turno de preguntas. Salta "la Leona", y no la llamábamos así por nada especial como preguntaba una compañera nuestra, sino porque se llamaba Leona. Hace una pregunta interminable en un inglés londinense que no se entiende ni papa. Mi jefe le pide que repita y ella lo hace. Le pide una segunda vez que lo repita. Seguimos sin entendernos. Vaya inglés que habla la tía. Y entonces para intentar salvar la situación mi jefe le explica "No, si las palabras sueltas las entiendo, pero juntas no". Leona enrojece y se sienta al fondo de su silla y se calla.
Un año más tarde y tras múltiples reuniones internacionales ya había buen rollo entre nosotros, y acudo al congreso internacional de buiatría como representante de España. Todos los demás de la empresa de diferentes países están en el mismo hotel de Hannover. Hemos quedado para la cena y estamos sentados en el hall del hotel Richard (jefe internacional de Marketing), Austin (jefe de asesores técnicos de Estados Unidos), Leona y yo. Hasta ahora nos entendemos bien hasta que Leona vuelve a abrir la boca y suelta otra parrafada interminable. Yo miro para otro lado porque no me entero y pasado el aluvión verborreico Austin, angloparlante de nacimiento, se la queda mirando, y le dice "what?".
Por favor, no os perdáis "Arma Fatal", sobre todo los que hayáis vivido la experiencia de haber catado la campiña inglesa supuestamente para aprender inglés y os hayáis visto atrapados en la experiencia de tener que decir varias veces "what?".

domingo, 11 de noviembre de 2007

OTOÑO

El año pasado estaba montada en un verano permanente y me caí de golpe dentro del invierno frío y seco de Madrid. Cuando estás en pantalones cortos tanto tiempo, pierdes toda noción del tiempo y pasar al abrigo de plumas por cuestión de supervivencia no es nada romántico. Por eso este año disfruto mucho más del otoño.

Hay un no sé qué en la luz tamizada del sol que te cambia el estado del ánimo y hace que sólo te apetezca sentarte delante de la ventana a contemplar las hojas amarillas y rojas que ahora tienen mis tres cerezos. Los árboles de color amarillo brillan con fuerza y parecen pequeños astros con luz propia, y dentro de nada habrá un manto de hojas que parece que abrigan el suelo.

Hace dos años que no veía un otoño y me hace evocar épocas pasadas, comparando cómo estaba la vida hace tanto tiempo, qué hacía, dónde estaba... Me salto un otoño y despierto asombrándome cómo ha cambiado la vida.

Disfrutad del colorido arbóreo, dura poco.

miércoles, 27 de junio de 2007

1 DE JULIO

Poco se imaginaban mis padres aquel 1 de julio de 1975 a lo que se enfrentaban cuando me vieron recién nacida. Imagino que por la cabeza de unos padres primerizos pasan todo tipo de preguntas, ilusiones, expectativas, sobre lo que va a ser su hija en la vida. Se han llevado no pocas sorpresas y no menos decepciones en mi camino en la vida hasta el día de hoy, a punto de cumplir los 32.

Primero, la sorpresa física. Para venir de padres bajitos, morenos, de pelo rizado y ojos oscuros, tener una hija alta, de pelo claro (ahora menos pero de pequeña era rubia), ojos azules y pelos tiesos como alambres, debe ser un poco mosqueante. Si no fuera porque tengo rasgos de mi madre (sobre todo) y alguno de mi padre, habrían pensado que me cambiaron en el nido.

Pero es en los usos y costumbres en lo que más chocan. No se explican que alguien pueda ser tan desordenado y tan despistado cuando ellos son obsesivamente ordenados y estructurados. Para tener unos padres tremendamente cerebrales y racionales, es chocante que yo sea tan hipersensible, tan creativa, tan con alma de artista (aunque mala en la técnica, lo reconozco). Tan sociable, con tantos amigos. Siempre fuera de casa, si supieran a qué cantidad de gente conozco les faltaría el aire.

Lo más divertido es mi amor profundo por los animales, mi disfrute de estar con ellos mientras a ellos les causa asco y horror.

Pues eso. Que desde pequeña siempre he notado las diferencias, tanto de lo que estaba presente como de lo que se presuponía de mi, y ahora pienso "cómo mola ser tan diferente".

Gracias, Maca

NEGRA SOMBRA

Este texto no es mío. Es un poema de Rosalía de Castro de 1880 al que Luz Casal le puso música y voz y que salió en la banda sonora de la peli "Mar Adentro". Quien haya visto esa peli con los mismos ojos que le puse yo (es decir, obviando el tema de la eutanasia y asombrándose del maravilloso y paradójico canto a la vida de Ramón Sanpedro), y quien me conozca y entienda la época que atravieso comprenderá la letra. Va en gallego con su traducción.

NEGRA SOMBRA (gallego)
Rosalía de Castro (de "Follas Novas", 1880)
Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales t
ornas facéndome mofa.
Cando maxino que es ida,
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.
Si cantan, es ti que cantas,
si choran, es ti que choras,
i es o marmurio do río
i es a noite i es a aurora.
En todo estás e ti es todo,
pra min y en min mesma moras,
nin me dexarás ti nunca,
sombra que sempre me asombras

NEGRA SOMBRA (castellano)
Rosalía de Castro (de "Follas Novas", 1880)
Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
a los pies de mis cabezales,
tornas haciéndome mofa.
Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que zumba.
Si cantan, eres tú que cantas,
si lloran, eres tú que lloras,
y eres el murmullo del río
y eres la noche y eres la aurora.
En todo estás y tú eres todo,
para mí y en mi misma moras,
ni me abandonarás nunca,
sombra que siempre me asombras.

viernes, 22 de junio de 2007

GALICIA

"Chove en Santigo"... empieza la canción con una suave voz masculina. Y de inmediato me transporto al chirimiri neblinoso que solía cubrir la plaza del Obradoiro en aquellos viajes míos a Galicia. A veces eran muy duros: una semana entera sin parar, de lunes a viernes recorriendo la campiña por carreteras secundarias llenas de curvas, noches y noches dando charlas sobre antibióticos a los veterinarios... Llegaba exhausta al avión los viernes por la tarde, sin embargo ¡me traía tanto en la maleta!. La generosa hospitalidad de los gallegos, su alegre melancolía, los largos tragos de orujo blanco alrededor de una mesa en una taberna centenaria, asomarse a los acantilados de la Costa da Morte y asombrarse ante los bramidos del mar...

Y Santiago. Y Lugo. Mis ciudades favoritas. Sus muros de piedra que cobijan tantas historias que dan ganas de sentarse delante y quedarse a escuchar. ¿Quién vivió ahí?. ¿Cómo se ganaba la vida?. ¿Quién se asomaba a esa balconada acristalada?. Resuenan mis pasos en las calles desiertas a altas horas de la madrugada y revivo tantos acontecimientos vividos en aquella tierra que casi, casi, la he hecho más mía que mi verdadera tierra.

Allí fue donde nos metimos en un quiosco de música en el centro de Lugo a eso de las tres de la madrugada a pegar brincos para acabar en un portal cantándole el Gaudeaus Igitur al Decano de la Facultad de Veterinaria y al Ilustrísimo Don Juan José Badiola que nos miraba con ojos desconcertados. Allí fue donde, en Santiago, rodé escaleras abajo de cabeza desde el alféizar de la ventana donde estaba sentada con vistas a la empedrada calle porque el teléfono de monedas en el que estaba apoyada, gin-tonic en ristre, se puso a sonar de golpe, mientras Nacho y Julio se partían de la risa.

Fue en Santiago, en mi plaza del Obradoiro. Una noche me desplomé presa de un posible ataque alérgico a un guiso de lamprea en su sangre, dándole al pobre Ángel un susto de muerte. Fue en el Obradoiro donde perdíamos a Andy Johnson y me tocaba a mi, la más joven del grupo, ir a buscarlo después de haberle ofrecido "Spanish water" (léase orujo) mientras Wladi me tentaba una y otra vez con un paquete de Marlboro. Fue en Santiago donde Carlos Risco descubrió la placa donde se conmemoraban los estudios de Medicina de su bisabuelo en la Facultad mientras Omi y yo esperábamos sentadas en la puerta con los pelos de punta contemplando su emoción.

Fue en el Obradoiro donde Nata y Ana bailaron con la tuna, donde nos encontramos con el cura rockero, donde en plena época del camino de Santiago de pronto la plaza quedó desierta. La gente quiso hacerme un regalo de cumpleaños, un cumpleaños muy especial porque los treinta no son fáciles de cumplir, quedándose fuera, dejándonos la plaza para nosotros solos. Allí leímos el conxuro con el sonido de la primera campanada de la madrugada, allí construimos un altar improvisado para terminar saltando sobre cuatro velas cual hoguera de San Juan.

Chove en Santiago, sempre chove en Santiago. Siempre lo evocaré lluvioso y tremendamente caluroso, dos extremos opuestos que hacen de esta ciudad uno de los lugares más encantadores que conozco. Hoy, escuchando un CD de Luar na Lubre, echo tanto de menos aquella tierra, que comprendo lo que quieren decir con el anuncio promocional de Galicia cuando hablan de la morriña...

jueves, 14 de junio de 2007

CRÓNICA DEL ABSURDO

Una vez hablaba con mi amiga Julia por teléfono. Me contaba que estaba en Cantabria remozando una casa abandonada para hacerla casa rural (no sé en qué terminó la cosa pero creo que con el ladrillo no les fue muy bien). Y sacó una anécdota con la que me partí de risa. Resulta que paseando por el campo, vio un burro atado a un árbol y en bastante mal estado (el burro, no el árbol). Con su alma de veterinaria herida en lo más profunda soltó al animal para que vagara libre y pastara lo que quisiera, y en esto salió un pasiego y tuvieron algo más que palabras. Según me contaba que el pasiego la amenazaba con un palo (y Julita no es de las que se apocan), le dije: "tengo amigos surrealistas que tienen experiencias surrealistas y hacen que mi vida sea surrealista". A lo que me contestó: "bueno, entonces quizás tu vida sea menos aburrida que las de los demás". Touché.

Y entonces me vienen a la memoria sucesos variados, como aquella vez que compusimos la zarzuela de "la contrahecha" en plena ópera de Turandot, o atravesamos un seto en el aeropuerto de Barcelona sólo por no dar una vuelta del quince, o cuando vimos pasar volando la toalla de Melissa por el pueblo de L'Estartit cual si se estuviera dando una vuelta. O esa vez que cargados de vermut nos encontramos con una grúa enorme en plena calle y nos pusimos a emular a Cibercelia ("no lo proceso, ¡me arruina los sistemas!").

Dedicado a todos los que han vivido experiencias surrealistas a mi lado y que han hecho que mi vida sea menos aburrida. Espero que haya unas cuantas más que podamos emular con los años.

lunes, 4 de junio de 2007

PHILIAS FOBB

Philias Fobb era un pulcro caballero inglés, que como todo hijo de vecino, tenía sus filias y sus fobias. Lo cual quería decir que de cuando en cuando disfrutaba -en secreto y mirando de reojo por si pasaba alguien- de chapotear en algún charco de barro.

Le gustaba la noche; alguna pasaba en vela, paseando en la oscuridad y aspirando el silencio. Aunque claro está que de día era cuando tenía energía y adoraba sentir los rayos de sol -escasos en Inglaterra- sobre su cuerpo.

Montaba en bicicleta y cogía el autobús. Lo mismo preparaba un bizcocho que se iba al mejor restaurante de Londres. Ora lloraba, ora reía. Unas veces gustaba de escuchar la obertura más famosa del Tannhäuser de Wagner que lloraba a moco tendido con un nocturno de Chopin. Adoraba y odiaba todo lo que se cruzaba por su camino. Aborrecía el vino a la vez que olisqueaba una copa de un buen Burdeos que después paladeaba con placer.

Tan confuso, tan confuso estaba, que un día cogió un tren y dio la vuelta al mundo en 80 días. Sólo que la fama se la llevó otro...

ALCALDESA

Una vez, siendo yo muy pequeña, me llevó mi abuelo al Retiro. Yo no entendía muy bien qué pasaba, sólo recuerdo mucha, mucha gente agolpada, y globos por todas partes. Cuando el incomprensible evento terminó, me dijo mi abuelo: "¿quieres saludar al alcalde?". Con cuatro años yo no sabía qué era un alcalde y quién era ese señor anciano que se agachaba delante de mi. Llevaba un adorno impresionante en la solapa, como esos premios que se dan a los ganadores de carreras de caballos.

El anciano caballero, calvo y con gafas, me dio la mano y me dijo "Cuando seas alcaldesa, llevarás una medalla como esta". Sin yo saberlo, de alguna manera estaba prediciendo mi destino. No quiero decir que mi destino sea meterme en política, pero a lo mejor termino siendo "alcaldesa" en algún sentido, en alguna parte, y me darán mi correspondiente medalla. Algo tenía que sacar de aquel evento surrealista.

Cuando se habla de que Enrique Tierno Galván fue el mejor alcalde de Madrid desde Carlos III no sé muy bien qué pensar porque mi edad era demasiado tierna como para recordar y opinar, pero sí que siento cariño por aquel entrañable viejecito que me dio la mano en el Retiro cuando iba con mi abuelo.

TROZOS DE VIDA

Tengo una caja donde guardo trozos de vida. Son trozos de mi vida y de vidas de otras personas que me acompañan. Si pusiera juntos en el suelo, formando una fila, todos los trozos de vida, se podría contar una historia llena de acontecimientos.

Las fotografías se llaman instantáneas. Nada más acertado. Captan un instante, y así de fácil, tienes un trozo de tu vida que atesorar.

lunes, 23 de abril de 2007

MIEDOS

Soy especialista en miedos. Es más, seguro que podría hacer una tesis doctoral. El miedo es una emoción que se puede manifestar en el cuerpo de muchas maneras. Yo te cuento mis vivencias y seguro que alguna puedes identificar en tu propia vivencia, y si hay alguna que yo no haya puesto, me encantará que me ilustres.
Miedo aplastante: es como si te metieran dentro de un winzip. Tu cuerpo se va comprimiendo de arriba a abajo, el aire de pronto es pesado y cuesta respirar.
Miedo paralizante: es aquel en el que una fuerza invisible no te deja moverte, unos dedos te agarran desde detrás y te dejan sentado en una silla, con aspecto bobalicón y balbuceando tonterías. Quieres moverte y no puedes, sólo te quedas esperando que lo que sea, se solucione pronto.
El agujero: un día te levantas y sientes un agujero en la tripa, un agujero negro y vacío que necesitas llenar de cualquier manera, y vagas sin rumbo fijo buscando algo que te rellene el hueco, lo intentas tapar pero el agujero se mueve y te recuerda que está allí.
Miedo digestivo: es aquel en el que cualquier día te entra la vomitona y la diarrea, lo que el hermano de una amiga llama "vomicaca"; te entra un calambre que te sacude desde la garganta hasta el bajo vientre, que desemboca en una gran náusea en la que quieres expulsar, expulsar hasta sacarlo todo.
Miedo tembloroso: las sacudidas eléctricas en este caso vienen por el tronco, y siguen por las extremidades, tiemblas sin parar y no puedes parar, de alguna manera te calma y de otra manera te da más miedo.
Miedo ahogante: no puedes respirar, te ahogas y tratas de coger aire como puedes, cada vez respiras más deprisa y cada vez te falta más aire, entras en un círculo vicioso del que no puedes salir, no puedes hacer más que abrir las vías respiratorias y tratar de llenarte de aire como puedes.
Claro está que te puede dar un día un miedo puro, o te puede dar una mezcla de varios.

domingo, 25 de marzo de 2007

SOY DOS

Jamás antes había sentido tan patente mi dicotomía. Ya sé desde hace tiempo que mi personalidad se encuentra un tanto disociada y que ora puedo ser una, ora otra, a veces incluso varias. Dependiendo de la situación. Dependiendo de con quién esté. Dependiendo del miedo que tenga.
Tengo dos hemisferios cerebrales que no se comunican. A veces pasan cosas como hoy, que salgo de una representación teatral, que salgo de danza vivencial, que he tenido cualquier experiencia artística y es como si se encendiera la bengala como aquellas de cuando éramos pequeños en navidades: ¡fum! de repente se activa el hemisferio derecho y tengo la impetuosa (porque yo soy impetuosa) necesidad de sentarme a escribir, o de sentarme a pensar lo que me gustaría escribir. O me invento una canción. Y pienso que esta soy yo de verdad, que soy la creativa, la que inventa, la que comunica, la que está de verdad detrás de esos ojos azules-grises-verdosos que me caracterizan, y quiero ser así siempre y que nunca me abandone el espíritu.
Pero hay otro espíritu, y ese es el hemisferio izquierdo, el genial, el fuera de lo común, el extraordinariamente inteligente que piensa, que cavila, que busca explicaciones y soluciones. Se disfraza de tela verde de quirófano porque tiene forma de ciencia. Yo lo achaco a la educación. Se olvidaron de mi hemisferio derecho y me potenciaron el izquierdo, y entonces ya no soy yo, soy la niña de seis años que aprende a toda velocidad para que Papá y Mamá estén orgullosos.
Y podría ponerme a hablar no sólo de hemisferios, sino ya de identidades, de ser la buena o la mala, de ser la divertida o la depresiva, de ser la presente o la ausente, de ser la que quiere y la que no quiere.
Hoy por fin entiendo qué significa integrar dos partes, ni una es buena ni la otra es mala. Ni hay que vivir con un hemisferio ni con el otro. Los dos forman parte de mi, los dos soy yo, sólo es cuestión de aceptar ambos y fundirlos como se funde el chocolate cuando lo pones al fuego. Vale... ¿pero cómo?

viernes, 23 de marzo de 2007

EL MUSEO MÁS BONITO

El museo más bonito del mundo está en Bruselas. Cierta mañana de julio mientras Nat estaba en la piscina o haciendo papeleos yo aproveché y me acerqué andando hasta el museo. Sabía dónde estaba porque el día anterior habíamos pasado por delante en el autobús. Es el museo de instrumentos musicales, tienen una colección fantástica en cuatro pisos, encerrada en un edificio Art-Déco de los años veinte que antaño fue una galería comercial. El corte inglés bruseleño del siglo pasado. Todavía conserva el encanto que le da ese abandono y posterior rescate y rehabilitación. Hay ascensor pero es más encantador subir las escaleras de madera con su hierro de forja modernista. Recorres las salas con un aparato que cuando te sitúas delante de una vitrina donde hay un número pintado en el suelo (para que sigas la secuencia), te toca una pieza con el instrumento que estás viendo. Sublime. Me encantó ver la enorme variedad de inventos que pueden salir de la cabeza de los hombres para crear música de todo tipo, desde los europeos de tiempos diversos pasando por los africanos, sudamericanos...
El que más me impresionó fue un viejo violoncello que de usado había perdido hasta el barniz. No sé qué conexión espiritual tengo yo con los violoncellos, pero recuerdo que me quedé contemplándolo desde todos los ángulos. El foco cenital que lo iluminaba acentuaba aún más su aspecto ceniciento. Y yo me preguntaba a quién perteneció, cómo era la casa donde estaba, si dio conciertos, por qué terminó olvidado y quién lo rescató y le devolvió la dignidad poniéndolo en un museo.
Muy recomendable su visita para todos los enamorados de la música. Otro día hablo de mi experiencia en el museo del chocolate de Suiza.

viernes, 2 de marzo de 2007

ANGUSTIA

Hoy he leído que etimológicamente viene de "paso estrecho": qué apropiado

martes, 27 de febrero de 2007

GRIS

Este cuento no tiene final. Está aún por inventar.

Vulgar. Corriente. Anodino.
Hoy es un día como otros.
Cielo gris plomizo, nubarrones negras que se amontonan sobre otras gris pálido. Amenazan lluvia, amenazan granizo, amenazan cualquier cosa que queda lejos de ser un agradable día de primavera de esos que hacen brotar en ti esa pequeña euforia que crea el sol, la brisa, el olor del buen tiempo. No, hoy es un día del color de los tornillos de la fábrica.

Hacia esa fábrica se encamina la niña. Claro que físicamente no es una niña, de hecho ya tiene más envergadura que una mujer corriente, es alta, firme, llama la atención por lo decidido de su gesto y de su porte. Pero hoy se siente como una niña.
Hileras e hileras de hombres caminan lentamente, paso a paso, avanzan a la vez el pie derecho y avanzan a la vez el pie izquierdo, todo en un unísono insoportable. Ojalá pasara algo ya, se dice la niña, algo que rompa esa monotonía insoportable de paso acompasado. Nadie se percata de ella. Nadie se percata de nada, en realidad. No tienen mente. No tienen imaginación. No tienen ilusión. No tienen ganas de nada. Simplemente hay que trabajar, hay que avanzar, paso a paso, hacia la fábrica de tornillos. Obreros. Contables. Directores financieros. Administrativos. Cada cual con su función, cada cual en su puesto, sobre mesa de formica (blanca o gris), con su ordenador de pantalla negra y letras verde brillante, sobre cada mesa pilas y pilas de papel pijama con datos, cifras, vomitados desde una impresora. Los datos son importantes para una empresa, hay que saber cuánto se vende, cuánto hay que comprar, cómo casar uno con otro.

La niña está en medio de la hilera de hombres clónicos que van entrando en la fábrica y van fichando su hora de entrada. Todos con corbata gris. Todos con camisa blanca de manga corta y pantalón de franela gris, zapatos negros de cordones, bolígrafos pulcramente colocados en el bolsillo de la camisa. A la niña le gustaría saber algo más que sus nombres: si tienen familia, qué les gusta hacer en el tiempo libre, quiere saber cosas. Pero nadie le habla, nadie la mira. Todos tienen la mirada fija en la fábrica de tornillos a la que se dirigen.
Un reloj sobre la pared parece que quiere recordar a todos que sus manillas seguirán girando y girando eternamente, día tras día, hora tras hora, avanzando en el calendario sin que nada pase ni cambie. Y se seguirán fabricando tornillos sin descanso, en una cadena de producción interminable.
Ahora la niña está sentada en una mesa y no comprende este mundo que le toca vivir. No entiende por qué un ser humano se puede alienar y enajenar de tal modo que llegue a no pensar y a no poder imaginar una vida fuera de una fábrica de esas de tejado en forma de picos, de hormigón gris. No alcanza a comprender cómo puede hacer una persona para desconectar su mente durante ocho horas exactas y abstraerse en números y números, así día tras día. Los pececillos que habitan en su tripa empiezan a nadar en círculos y entonces la niña reconoce la sensación a la que ya sabe ponerle nombre: se llama angustia. Angustia de no poder escapar de ese encierro de paredes de hormigón, de tornillos de acero, de corbatas, de calculadoras. Ahora se da cuenta de que todo eso la asusta y quiere huir pero no sabe a dónde ir.

Quizá un día se le ocurra. Entre tanto, tiene que seguir concentrada en su pequeña pieza que forma el gran puzzle de la fábrica de tornillos.

domingo, 25 de febrero de 2007

DOS TERCIOS DEL INVIERNO

Han pasado ya. Será por nuestros ritmos biológicos, pero parece que cuando empieza el invierno nos abotargamos, nos aletargamos y nos quedamos como paralizados. Bueno, yo he tenido un fin de semana de esos, como dice la canción de Fito y Fitipaldis "hoy me quedo en casa, lo de fuera no me interesa". Y luego he hecho como dice él, salir a dar una pequeña vuelta otro rato que no llueva, porque hay que ver cómo ha jarreado hoy. Y salgo, y a pesar de la hora que es, ya no hace tanto frío, y ya es de esos días que sales y dices "cuánto se han alargado las horas de luz" y te alegras y sabes que en cualquier momento vendrá la primavera a curarnos el invierno, y vuelvo a parafrasear a Fito.
El caso es que a mi no me gusta la inactividad. El viernes estaba deseando coger la cama ya a eso de las ocho, y el sábado por la mañana me costó seguir la clase en el curso de terapias ecuestres y en cuanto volví a casa, a la cama de nuevo. Una caña con la Titi a las ocho de la tarde y vuelta al sobre. Me sentía como un móvil cargando la batería. Pero ahora resulta que ya está a tope, y me he cansado de la postura horizontal, de la tele y de mis libros. ¿Quién inventaría los domingos por la tarde?. Son realmente odiososos. No tienes nada que hacer, nadie quiere quedar porque todos están descansando del descanso del fin de semana. Y mi mente y cuerpo hiperactivos están deseando salir a saltar y se llevan tremenda desilusión cuando eso no es posible y toca encerrarse, como todo hijo de vecino de arriba o de abajo.
Primavera, no tardes mucho más porque estoy deseando que lleguen esos días largos y cálidos en los que yo, y mi otro yo, lo pasamos sin parar.
Dedicado a todos los que se aburren los domingos.

martes, 20 de febrero de 2007

ESCUCHAD

Como contexto... escuchad "Para no olvidar" de Los Rodríguez. Es una buena guarnición

IN MEMORIAM

Menudo estropicio es el tiempo cuando pasa. De repente escuchas una canción y te transportas a una época. Hoy la radio me juega la mala pasada de ponerme a Duncan Dhu seguida de Enrique Urquijo y revivo aquellos días en que trabajaba en el Hospital. Los días primaverales en los que sacábamos a las terneras a pastar en la alfalfa silvestre que crecía a las orillas de la M-30 (sí, nuestra vida era surrealista, ¿qué pasa?), tumbándonos panza arriba aquel verano viendo el eclipse de sol tapándonos los ojos con radiografías mal hechas... Lo mejor de todo, la etapa de robar muebles por toda la Facultad para amueblar los apartamentos en los que vivíamos. Ni siquiera dormíamos en ellos porque nos pasábamos la vida abajo con los animales. Y qué decir de aquellas barbacoas clandestinas en los patios interiores, y aquel día que me pinché al intentar arrancar una mata de estramonio y me dio reacción alérgica... Primer homenaje que va para Bárbara, para Elisa, para Luis, para Melissa, para Julia, para los internos, para Greta, para Morgana, para Catalina...
Segundo homenaje: voy en el coche y suena Tajabone, un telón de fondo para aquellos seis meses en los que estuvimos eligiendo instrumentos musicales, aplastando figuras de arcilla conflictuosas, creando a César, nadando en pintura verde. También pasó, como los postes de la luz cuando vas en coche mirando por la ventanilla. Se acabó, se acabó en Valdilecha. Todavía me pasa que una canción me evoca aquellos días de estar dándole al coco y buscando explicaciones. Os llevo conmigo a todos, a los 12.
Tercer homenaje: la quinta!!! Ya me sobré anoche con un mail kilométrico así que ahora os lo ahorro pero no quería dejar de mencionaros.
Cuarto homenaje: me da miedo escuchar las canciones de esta época tan reciente porque lloro con facilidad. Aquellas cervezas nocturnas en el bar del camping, escuchando las olas, vigilando la luz de fondeo del barco, riendo hasta reventar... aquellos varazos en la espalda, aquellos sustos, aquellas carcajadas, aquellas burlas a la Duquesa de Alba, los abracitos debajo del agua que no eran otra cosa que juntas tóricas reventadas... va por vosotros.
No sé por qué estos días todo me recuerda a momentos pasados. Vienen como flashes en mi pantalla interior, me recuerdan todo aquello que fue, me transportan a otros sitios, otras luces, otros olores, que no son los de ahora. No es que me enganche y me pierda lo que pasa alrededor hoy y aquí, pero es que lo que pasa hoy y aquí no me interesa.
Jua, qué bueno. Hace poco en mi primer taller de Voa (va como quinto homenaje aunque aún no sois pasado), imaginaron de mi caballos, imaginaron brisa marina, imaginaron barcos que viajaban lejos, imaginaron payasos... Quién sabe si dentro de un tiempo suena una canción y me acuerdo de hoy.

jueves, 15 de febrero de 2007

SIMBIOSIS

Cuando me hablan de simbiosis evoco la imagen del símbolo que se le da a Piscis: dos pececitos juntitos que se enfrentan cabeza con cola. En Biología hay muchos ejemplos de simbiosis, de los cuales el más famoso es el de las rémoras con los condrictios. Uno se beneficia del otro y viceversa. ¿Por qué cuando hablamos de simbiosis emocional o psicológica nos parece tan malo?. Vale que una simbiosis te limita, no eres libre, dependes de otro... ¿pero no nos hemos parado a pensar que para alguna gente vivir así es vital?. Yo te calmo, tú me calmas, y así vivimos por los años de los años día tras día sin sufrir la pérdida. A veces vivir limitado compensa. Lo malo es cuando uno está incómodo y quiere romper la simbiosis: ahí empieza el cataclismo.

lunes, 12 de febrero de 2007

ANDA QUE SI SUPIERAN...

No me muevo de mi sitio, no dejo de mirar la pantalla, mis dedos vuelan sobre el teclado. "¡Qué chica tan trabajadora!". Y es que cuando todos los proveedores tienen ya sus pedidos, cuando quedan sólo quince minutos para salir del trabajo y ya no da tiempo a mirar stocks, cuando suena "imagine" en la radio... poco se puede currar ya. El día-muermo ha terminado. ¡Hasta mañana, ahí te quedas!. Mañana volveré a ser esa máquina-aparente-de-trabajar que teclea sin parar. Ahora soy sólo esa que se sienta al fondo del despacho y sonríe cuando entra algo, que dice que sí cuando el jefe dice que no. Escribir, ese placer oculto tras un monitor que no deja ver lo que uno hace realmente.
Estropicio número uno: el aburrimiento. Antídoto número uno: vamos a hacer cosas. Podemos escribir historias sobre cuerpos que salen de la playa, podemos planear cuál es el siguiente curso que queremos hacer siempre que los ahorros lo permitan, pero sobre todo, podemos imaginar lo que queramos. Porque para eso, aunque estemos pegados a una silla de oficina, tenemos la mente libre. Eso no nos lo podrán quitar.

viernes, 2 de febrero de 2007

ACCIÓN CONTRA EL MUERMO

Ahora quiero hablar sobre la percepción del tiempo. Mientras hago que trabajo (porque ya he terminado todas mis tareas y estoy a punto de ir a mi jefe a pedirle más), escucho música en la radio. Y me inspira la frase de Manolo García: "Y cuando paro el muermo me puede, y si me puede me meto en la cama que es donde mejor se está cuando llueve". Me recuerda a mi misma. No hay nada que hacer, no hay actividad que realizar. Y entonces alguien toca mi hombro desde detrás para llamar mi atención: "Hola, soy el muermo de nuevo". Cómo explicar lo que supone que un tío vestido de gris con el culo gordo, porque el muermo está gordo, se te siente encima de los hombros y te aplaste, de tal manera que tus vértebras se van fusionando unas con otras hasta que tienes la sensación de que tu cabeza va a tocar el suelo.
Bien, hay antídotos contra el muermo, y el más útil es abrir ese frasquito que todos guardamos en la estantería para estos momentos. Contra el muermo, acción!!!. Ojalá fuera tan fácil, si fuéramos libres de volar del trabajo y salir a hacer otras cosas... pero no es posible. Una acción paralela que ahuyenta el muermo es la escritura. Prueba a escribir lo que se te ocurra, el secreto es hacerlo sin pensar, que fluyan las palabras simplemente, como hago yo ahora.
Sacudámonos el muermo como los perros se escurren el agua, que se vaya el tío de gris "a freír puñetas" como dice mi ex-profesora y ahora amiga Mara.
Bueno, ya he empleado 15 minutos en contar algo a quien quiera leerlo. Ahora toca currar otro rato.

ESTROPICIOS

Hoy no me inspiro. Podría estar haciendo pedidos, solucionando temas de postventa, en definitiva: realizar mi apasionadamente aburrido trabajo de oficina. Pero no hoy. Tengo la increíble cualidad de realizar de golpe todo el trabajo de un día en plan "rush peristáltico" (término médico que me encantó cuando lo estudié) y quedarme con tiempo libre para por ejemplo, crear un blog. Hace tiempo que acaricio la idea, pero hoy al meterme en los blogs de mis queridos Frob y Avatar (oh, esposo mío), que una de las pocas cosas, aunque no poco importantes, que tienen que ver entre ellos es que sin saberlo, hoy me han empujado a crear el blog.
Se titula estropicios. Porque al mirar alrededor no veo más que estropicios, cosas que se han creado, cosas que ya estaban ahí y que ya por dejadez ya por desidia, ya por mala idea, las hemos convertido en verdaderos estropicios, en chatarra que no nos sirve.
Vamos a arreglar estropicios.
Bienvenidos a mi nuevo Blog. Ya os iré contando cosas.
Mercedes

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