domingo, 16 de diciembre de 2007

PIEDRAS EN EL RIO

No sé por qué pero quiero llegar al otro lado. Es lo único en lo que pienso y en lo que tengo fija la mirada. La otra orilla del río. Pero yo ya estoy cruzando y ya no hay vuelta atrás. La orilla de la que vengo queda tan atrás. No puedo dar la vuelta, saltar, y volver. Está muy lejos. Hay que seguir hacia adelante, hacia la tierra, cuando llegue me aferraré a las cañas y a la hierba.

Pero nunca llego. Estoy sobre las piedras del río. Permanezco de pie sobre una de ellas. Me aterra caer y mojarme. El agua es tan oscura, tan fría, corre tan rápido. No quiero caerme. Estoy en una piedra, pero esa piedra tiene ángulos, estoy incómoda, pierdo el equilibrio, y cuando parece que estoy a punto de quedarme quieta, no puedo permanecer más en ella y salto. Siempre salto de piedra en piedra. De una piedra a la siguiente. Y nunca estoy más cerca de la otra orilla. Siempre hay más y más piedras, unas altas, otras bajas, tan bajas que me mojo los tobillos, me calo los pies, y siento ese terror húmedo y frío que me hace saltar de nuevo. A veces la piedra está al sol y entonces me paro un rato más a calentarme. Pero tampoco me quedo mucho tiempo y salto a la siguiente piedra.

Una piedra y otra piedra. Cruzando el río.

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