jueves, 14 de junio de 2007

CRÓNICA DEL ABSURDO

Una vez hablaba con mi amiga Julia por teléfono. Me contaba que estaba en Cantabria remozando una casa abandonada para hacerla casa rural (no sé en qué terminó la cosa pero creo que con el ladrillo no les fue muy bien). Y sacó una anécdota con la que me partí de risa. Resulta que paseando por el campo, vio un burro atado a un árbol y en bastante mal estado (el burro, no el árbol). Con su alma de veterinaria herida en lo más profunda soltó al animal para que vagara libre y pastara lo que quisiera, y en esto salió un pasiego y tuvieron algo más que palabras. Según me contaba que el pasiego la amenazaba con un palo (y Julita no es de las que se apocan), le dije: "tengo amigos surrealistas que tienen experiencias surrealistas y hacen que mi vida sea surrealista". A lo que me contestó: "bueno, entonces quizás tu vida sea menos aburrida que las de los demás". Touché.

Y entonces me vienen a la memoria sucesos variados, como aquella vez que compusimos la zarzuela de "la contrahecha" en plena ópera de Turandot, o atravesamos un seto en el aeropuerto de Barcelona sólo por no dar una vuelta del quince, o cuando vimos pasar volando la toalla de Melissa por el pueblo de L'Estartit cual si se estuviera dando una vuelta. O esa vez que cargados de vermut nos encontramos con una grúa enorme en plena calle y nos pusimos a emular a Cibercelia ("no lo proceso, ¡me arruina los sistemas!").

Dedicado a todos los que han vivido experiencias surrealistas a mi lado y que han hecho que mi vida sea menos aburrida. Espero que haya unas cuantas más que podamos emular con los años.

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