viernes, 23 de marzo de 2007

EL MUSEO MÁS BONITO

El museo más bonito del mundo está en Bruselas. Cierta mañana de julio mientras Nat estaba en la piscina o haciendo papeleos yo aproveché y me acerqué andando hasta el museo. Sabía dónde estaba porque el día anterior habíamos pasado por delante en el autobús. Es el museo de instrumentos musicales, tienen una colección fantástica en cuatro pisos, encerrada en un edificio Art-Déco de los años veinte que antaño fue una galería comercial. El corte inglés bruseleño del siglo pasado. Todavía conserva el encanto que le da ese abandono y posterior rescate y rehabilitación. Hay ascensor pero es más encantador subir las escaleras de madera con su hierro de forja modernista. Recorres las salas con un aparato que cuando te sitúas delante de una vitrina donde hay un número pintado en el suelo (para que sigas la secuencia), te toca una pieza con el instrumento que estás viendo. Sublime. Me encantó ver la enorme variedad de inventos que pueden salir de la cabeza de los hombres para crear música de todo tipo, desde los europeos de tiempos diversos pasando por los africanos, sudamericanos...
El que más me impresionó fue un viejo violoncello que de usado había perdido hasta el barniz. No sé qué conexión espiritual tengo yo con los violoncellos, pero recuerdo que me quedé contemplándolo desde todos los ángulos. El foco cenital que lo iluminaba acentuaba aún más su aspecto ceniciento. Y yo me preguntaba a quién perteneció, cómo era la casa donde estaba, si dio conciertos, por qué terminó olvidado y quién lo rescató y le devolvió la dignidad poniéndolo en un museo.
Muy recomendable su visita para todos los enamorados de la música. Otro día hablo de mi experiencia en el museo del chocolate de Suiza.

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