domingo, 24 de mayo de 2009

EL ENCANTADOR DE AMOS

Locos, lunáticos y tarambanas. Así nos deben de llamar los que viven en los edificios de al lado o los que pasan por la acera y nos miran desde arriba.

Todos tenemos un lugar especial. Un sitio al que huimos cuando las cosas se ponen feas. Cuando hemos discutido con alguien, cuando estamos asustados, ese lugar se puede volver un sitio al que de repente nadie va, donde nadie puede verte llorar, donde nadie puede ver lo que haces, cómo te mueves... sin juzgarte, sin detenerte, sin pensar que estás loco. Y de repente, por una circunstancia muy especial, ese lugar cambia y se vuelve diferente en tu vida: ya no es ese sitio al que sales corriendo porque estás asustado y recurres a él por otro motivo. De repente un día te parece increíble pero la luz ha cambiado en tu lugar especial, y descubres que hay gente y ya no está vacío, hay ruidos, está lleno de cosas, de olores...

Todo esto lo sé porque me ha pasado. Mi lugar especial es un pinar y por lo que he descubierto hace pocos meses, es el lugar especial de muchos seres vivos a no muchos metros de mi casa. Y he conocido su historia, y su futuro, y contribuyo a que sobreviva, lo cuido, lo disfruto... cada día. Es curioso cómo alguien entra en tu vida y te ayuda a cambiar tu lugar especial. En mi caso se trata de alguien que tiene bigotes, es de color sal y pimienta, hoy tiene nueve meses y se llama Hugo.

Hugo y yo empezamos a explorar nuestro nuevo lugar especial hace siete meses. Al principio no conocíamos a nadie, pero enseguida descubrimos lo que ahora ya sabemos sobradamente: que la enorme mayoría de los perros y sus dueños son extraordinariamente amigables. Hay algo en el perro que se transmite a su dueño y viceversa que hace que uno quiera comunicarse con el otro. Uno va con su perro y se vuelve un poco canino: te cruzas con otro dueño y enseguida sonríes al otro perro mientras el tuyo se abalanza a saludar, cruzas cualquier tópico "¿es macho?", "sí, pero tranquilo que es cachorro". Y ya has enganchado conversación. El resultado fue que enseguida Hugo y yo teníamos pandilla. Y nos sabíamos el nombre de todos los perros. Pero no el de sus amos. Claro que el siguiente paso durante los meses siguientes fue aprendernos los horarios de salida de cada perro y los nombres de sus amos. Y todo eso ha labrado (de labrador) hasta ahora una sólida y canina amistad.

El amo novato del cachorro al principio sólo lleva la correa y las bolsitas. Ni César Millán ni hostias. Todos los miembros del grupo hemos hecho exactamente lo mismo. Poco a poco, según ha ido evolucionando la manada y el dueño se relaja y aprende a jugar con su perro y los de los otros, va creciendo una voluntad de aportar "cacharritos" inservibles. Porque los perros lo que quieren es estar juntos y correr por el pinar, mientras los amos se afanan en montar un camping de botellas de agua, cacharros, pelotas, mochilas... que se tardan en recoger y que los perros no tocan. Pero nosotros nos hemos quedado tranquilos. "¿Y si no lo llevo?".

Somos un grupo de supervivientes. Somos héroes. ¿Dónde están en invierno los deportistas que estos días pueblan los parques?. ¿Y cuando llueve?. Nosotros estamos ahí abajo, en nuestro pinar, porque los perros no perdonan, y porque nosotros somos esos "locos, lunáticos y tarambanas" que disfrutan tirando una piña mientras se empapan debajo de un pino mojado porque nos mola ver a nuestro perro con la lengua colgando a un lado de la boca y casi rozando el suelo.

Es terapia de grupo en vivo y en directo sin nosotros saberlo, y a unos les viene mejor que a otros (lo digo por gente que ha sufrido mucho y a la que le ha venido de lujo sacar al perro por la tarde y vernos y contarnos lo que les ha pasado).

Este es un homenaje y un agradecimiento para Canela, Yanki, Molly, Tara, Tristán, Neo, Churra, Gordo, Nana, Gina, Rita, Atila, Kiss y Koss, Rocky (siempre hay uno), Lúa (siempre hay una), Aris, Oki, Pintas, Bruno, Nano, Lucas, Thor, Richard, Tina, Oslo, Tosco, Lula, Blas, Tosho, Éboli, Yaka, Noa, Uma... Y sus dueños respectivos. Y por supuesto, para Hugo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Echo mogollón de menos el tener perro y después de leerte, más.

Besos.

PD: Me alegro de tu vuelta. Ojalá dure.

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